Los detalles más críticos suelen esconderse en lo más mínimo, justo donde menos se ve. Te puedes preparar el café de la mañana, lavarte las manos con el jabón de siempre, tomarte el medicamento del día, pero ¿qué te asegura que en la tarde no experimentarás una fuerte indigestión, una irritación en la piel o cualquier otro efecto adverso?
Esto es exactamente lo que un control microbiológico busca evitar a una escala mucho mayor y en contextos donde la seguridad es clave. Si eres estudiante de microbiología, química o investigador, este tema te va a sonar cada vez más, porque está en el corazón de muchas industrias modernas.
El control de calidad microbiológico es un conjunto de técnicas y procesos que se usan para detectar, identificar y controlar microorganismos (bacterias, hongos, virus, etc.) en productos, ambientes o materias primas. Su objetivo principal es garantizar que lo que se produce o consume sea seguro, efectivo y cumpla con estándares establecidos. En pocas palabras, es como una “requisa invisible” que asegura que no haya intrusos microscópicos donde no deberían estar.
Sí, es verdad que estos controles son un requerimiento por parte de entidades públicas y que su incumplimiento conlleva sanciones, pero esto es en realidad lo menos importante entre todas las razones que hay para realizarlos. El principal motivo para realizar un control microbiológico es siempre en primer y último término la verificación de la calidad de un producto para proteger la salud de las personas que lo consumen y asegurarse de entregarlo en óptimas condiciones, desde alimentos tóxicos que a simple vista son inocuos hasta cremas cosméticas con texturas u olores extraños.
Para realizarlo, hay algunos pasos que contempla todo proceso de control microbiológico y que, a grandes rasgos, se pueden resumir así:
2. Luego, se preparan y cultivan las muestras en medios específicos, sean sólidos (agares) o líquidos (caldos), los cuales favorecen el crecimiento de microorganismos.
3. Hecho esto se procede con la incubación, la cual asegura temperaturas controladas durante un tiempo determinado. La idea de esto es hacerlos crecer para que se hagan visibles y se facilite el análisis posterior.
4. Después del tiempo de incubación, los microorganismos se identifican y cuantifican mediante técnicas como la microscopía, pruebas bioquímicas y métodos moleculares como la PCR.
5. Ahora sólo queda comparar lo que se encuentra con unos límites aceptables y que pueden variar según el contexto o la muestra.
Y recuerda siempre que al iniciar y al finalizar un control de calidad microbiológico se debe inactivar el instrumental y la vidriería utilizada durante la incubación mediante la esterilización en un autoclave. Hay dos alternativas recomendables:
Todo esto requiere laboratorios equipados, personal capacitado y mucha paciencia, sobre todo con esos microorganismos que tardan días en crecer.
Respuesta corta: Toda industria que maneje productos susceptibles a contaminación microbiológica o que tengan regulaciones sanitarias al respecto. Puedes pensar en muchos productos, pero los producidos por estas industrias son los más beneficiados de estos análisis:
Así que la próxima vez que destapes un yogurt, te laves las manos o sólo bebas un vaso de agua, recuerda que detrás de estos actos tan sencillos se libraron grandes batallas en favor de tu salud y el buen estado de todo lo que consumes.
El control de calidad microbiológico es un mundo invisible pero fascinante que no solo combina microbiología y análisis químico, sino que tiene un impacto real: salvas vidas, proteges el ambiente y haces que los productos sean confiables.
Y si necesitas ayuda con tus procesos de calidad, recuerda que mejor llama a Frank, tu aliado procesos microbiológicos.